Bajo la higuera comí,
higos hasta reventar,
estabas tan cerca de mí,
que no me pude aguantar.
Así resumía Gangoso,
sus años de joven mozo,
los que se inventa gracioso,
mil mentiras por solo un gozo.
A gritos reclama a Ana,
que se asome a la ventana,
por la que tantas veces la vio asomar,
más la chica ya le ha dicho,
que no le puede amar.
Es testarudo el muchacho,
que se las da de hombre y de macho,
cuando apenas del suelo alza,
poco más que la circunferencia de su panza.
Con el paso de los años,
las cosas cambian y entonces,
Gansoso y Ana se casan,
el uno entonando albricias,
la otra clamando al cielo,
y poniendo por motivo,
la desgracia de su fuero.
De otra forma no me uno,
al enano enamorado,
ese que para darle un beso,
un abrazo o la triste mano,
he de arrodillarme en el suelo
como si no estuviera bien pagado,
tenerle día y noche a mi lado.
Tarde se arrepintió mi madre,
ahora que en el cielo está,
mi padre quedose mudo,
sin palabras, que no quiere pronunciar.
Todos nos arrepentimos,
de la decisión tomada,
aquella que al altar llevó,
a esta pareja desafortunada.
Y es que el amor hace y deshace,
los encajes de bolillos,
y hasta la cama nos lleva,
si antes no demandamos auxilio.
¡Ay, Señor! cuan confundido,
me encontraba yo,
todo por no llevar la contraria,
y rechazar los suspiros,
en los que no se basa el amor.
Comments by José Luis Martín