Imbele el cañón,
apagadas las velas,
quiere decirme,!señor!,
¿por qué mi mujer recela?
Así cantaba al amor,
quien del barco no bajaba,
por más que no recordaba,
ni del trayecto el sabor.
Sopla el viento,
damos tumbos,
el abismo es cierto,
nadie navega sin rumbo.
Al fin la nave termina,
así el viaje se acaba,
ya no quedan marineros,
aquí todo el mundo calla.
En bajando de las nubes,
puesto el pie en la tierra,
créame, mi buen señor,
sólo me queda perderme la siesta.
Esta cantata la cuento,
lo mismo que la recito,
sin otro rencor que no sea,
otra cosa, que mi apetito.
La historia se cierra y yo,
mudo y sin más palabras,
tan solo me cierro en dos,
toda tú y mis añoranzas.
Comments by José Luis Martín