Se vistió de virgen para no ser mártir,
con ello inocente creía superar el trance,
el trauma cruel clavado en su frente,
vestigio perenne que le hacia diferente.
Desde entonces vaga,
por la vida solo,
llamando a las puertas,
para un triste óvolo.
Pobre amigo mío,
hambriento mendigo,
buscando en la calle,
calor, cobijo y abrigo.
Le llamo compadre,
y sorprendido le digo que no olvide,
las noches de farra,
que el alba le sorprendió conmigo.
Por eso me extraño y así se lo digo,
¿qué hiciste de tu mundo,
para que tan raudo cambiaras,
de actuar y pensar como hombre en un solo segundo?
Me contestó ladino guiñándome un ojo,
para no pasar hambre me hice del foro,
pues según las enseñanzas de un genio,
aquel que sin candor aseguraba,
que para alcanzar la más alta estancia,
lo mejor es empezar por el camino más recto,
pues así me encuentro a mis anchas,
y disfruto de la manzana del Paraíso,
sin tener que subirme a los árboles,
que la fruta me la dan regalada,
como si yo bien fuera,
de la estirpe mejor engendrada.
A mi, debo confesarlo, me dejo anonadado,
lo fácil que le fue trasmutar,
cuando en un tiempo breve, si acaso,
tuvo pobre que sufrir el fracaso,
y hoy es el día, me alegro mi amigo,
que desde lo más empingorotado rama me saluda al partir,
sin que yo del todo comprenda,
los profundos cambios que experimenta,
el inescrutable arcano que es el porvenir.
Comments by José Luis Martín