En 1878, el sabio Constantín de la Barberí, formuló una teoría que el mismo vino a calificar de trascendente. Esta, la teoría, venía a decir, tras enredar números y letras, un galimatías imposible para los iniciados, que si todos los humanos, ayudados por los animales de cuatro patas –hacía la distinción mencionando leones, leopardos, rinocerontes, tigres y elefantes- al tiempo desahogaran sus vejigas, es decir, miccionaran con ganas, se podría poner en grave peligros la supervivencia de un pueblo tan querido como el pigmeo.
Cien años después, la teoría, hasta entonces vigente, fue rebatida. Aún desde el supuesto que la población mundial se había, al menos triplicado, mientras los pigmeos, habían menguado, lo que hacía más factible la hipótesis, ni remotamente, tal disminución podría achacarse a una toma de decisión mundial consensuada del tema referido.
Desde aquel momento, es decir, casi en los albores del presente siglo, el pueblo africano, aunque capitidisminuido, y posiblemente lejos de conocer tal hipótesis, vive al fin en paz y sin temor.
La contra teoría, sarcasmos de la vida, fue formulada por el cuarto descendiente de aquel Constantín de la Barberí, desde su puesto de vendedor de verduras muy cerca de la prisión de La Santé.

Comments by José Luis Martín