Mientras se moría, Palito A. Gusto pensaba que, si Dios aún le concedía el beneficio de vivir, al menos tres vidas más, tendría tiempo suficiente para acabar, la mitad de los trabajos que se había propuesto hacer en la presente, inconscientemente sin duda, dada la gran magnitud de ellos.

Palito, contra lo que se pueda creer, no era un niño de corta edad, era un hombre maduro rayando en el centenar de años, sólo que, a lo largo de su existencia había acumulado tantas cosas que hacer, que ahora, en el instante supremo, en el devolver la vida que le había prestado el Creador, amargamente se arrepentía de aquellos tiempos inútiles gastados en la más estéril de las molicies.

Claro que, después de sopesar un instante los pensamientos, llegó a la conclusión que eran estos divertimentos, precisamente, los asuetos que se había tomados, los culpables de los trabajos que con magnificencia había realizado.

Era su saber que, nunca en esta vida, sin calibrar con exactitud el tiempo que duraba, había adquirido instintivamente, sin responsabilidad alguna y de forma “insopesada”, compromisos que no podría cumplir consigo mismo, Por ejemplo: el número de libros comprados a lo largo de ella, a satisfacción siempre, que si no era hoy mañana los leería. Miles se podían ver en las estanterías de las bibliotecas de su casa y también miles eran los que no habían sentido el enorme placer de haberse abierto para unos ojos ávidos.
Cuando igualmente iba a llorar por la circunstancia expresada, añadió a la derrota un pensamiento inédito y evidente. Aquel día que compró los libros y con fuerza se veía para leerlos, ignoraban que los ojos también envejeces, aún más, que las concepciones cambian y las prioridades se yuxtaponen, por más que el sol salga por el mismo lugar y se ponga por poniente.

Llegó por tanto a la siguiente conclusión: la juventud, cuando planifica el futuro desconoce éste y de la forma que va a influir sobre su mente, sobre su físico, sobre todas aquellas potencias que van definiendo al hombre, a la misma Humanidad, a lo largo de los días que componen sus existencias.

Es cierto que se puso en manos del optimo especialista para arrojar de si los inconvenientes de unas cataratas que apenas si le dejaban ver, más recobrada una gran parte de su vista, no por ello se encontró con ganas suficientes para dejar lo que en aquel momento era más de su apetencia. La misma escritura realizada con sus manos traduciendo sus pensamientos en cascada.

Al cabo, se confesó, había leído tanto que muy poco de lo antiguo y clásico le faltaba por degustar, al menos de sus escritores favoritos. Ahora era el tiempo, preciso y precioso, para arrojar, por medio de su propia escritura – por tanto tiempo sistematizada con las páginas escritas por los otros escritores vivos- parte de cuanto llevaba en su interior, aquellos pensamientos engorados en las múltiples lecturas que de ellos hizo, tanto de los extraídos de las páginas de la vida como recogidas de las hojas de los libros.

Soñó con su biblioteca a rebosar cerrando los ojos y comenzó el repaso de sus trabajos imitando a quienes, mayores que él, le habían iluminado en tales canonjías. En ocasiones, tanta era la dependencia adquirida que tuvo que arrojar al fuego lo escrito, pues era copia literal de aquellos legajos leídos, aquellas historias, aquellos sentimientos que le traspasaron el alma. Había, se dijo, que ser original y único, para poder llegar de esta forma a los nuevos lectores, a la legión de ellos que todos los días se incorporan ávidos de saber y de conocer cuanto nos ofrece, el mundo y nuestra, posiblemente, mayor aportación, que viene a ser la traducción que de ellos hace nuestro corazón.

A Palito A. Gusto no le fue dado el milagro de extender su vida actual a tres más en el Universo. De otra forma hubiera cumplido al pie de la letra lo prometido, que para eso, la experiencia se imponía sobre cualquier otra circunstancias que le pudiera venir a disturbar.

Murió en gracia de Dios y aunque no recordado por su lectores, al menos dejó los libros inéditos suficientes, para que los suyos, hasta el momento actual y ya han pasado cinco años, tengan en qué entretenerse.

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