Ruge el mar,
aún en calma,
advierte así de su presencia,
regia exposición de su alma.

Al infinito son de su murmullo,
a su orilla inacabada paseo,
pisando la arena de su playa,
angélico camino que es mi deseo.

Son sus aguas de perfumes hechos,
aromas sutiles sacadas de las algas,
embriagadores efluvios de simas y abismos,
recónditos secretos al amparo de nostalgias.

El mar resiste al hombre,
cuando guarda escondidos arcanos,
pues ya el cosmos, como un globo,
se acerca más y más a nuestro mundo vano.

Siderales piélagos de la vista disimulados,
hurtando así la belleza a nuestros ojos,
y con ellos sus majestuosas riquezas,
capaces de admirar el alma y sus grandezas.

Canta pues la ola inacabada,
mece de delirios su realeza,
derrotando al corazón que sucumbe,
a tanta esplendidez y belleza.

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