El perro sabia,
cuando su amo se hartaba,
de la comida que ingería
y que nada sobraba.

Niño y perro piden,
perro y niño claman,
han venido a este mundo,
absolutamente sin nada.

Solo entonces come,
hasta entonces aguanta,
que primero es su amigo,
al amo del alma.

Pasean su necesidad,
el uno vestido, el niño desnudo,
los dos se arropan,
entre ladrido y gemidos,
que al mundo embargan.

Porque brincan los dos,
cuando celebran y bailan,
que alguien se acuerde,
de llevarles comida,
entre danza y danza.

Así caminan,
de esta forma juegan,
y olvidan el hambre,
en la fe ciega,
que uno y otro tienen,
al contemplar sin miedo,
su riqueza esperada.

Se expande la risa,
junto al ladrido,
y el canto que emite,
es como un silbido,
que alerta y resucita,
cambios en el futuro,
aquel que está por venir,
y que esperan transidos.

Pasó por mi calle,
mientras saltaban,
habían comido opíparamente,
aquella mañana.

Es por eso que van contentos,
porque las gentes les aguardan,
y de su peculio les dan,
lo mejor que tienen, con pan.

Han sabido labrarse,
la caridad andante,
aquella que asalta,
el corazón del viandante.

Niño y perro crecieron,
y se hicieron grandes,
ahora tienen dinero,
para invitar al aire.

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