Para quedarme solo en él,
presto me alejé de la Humanidad,
y así pude al tiempo ver y admirar,
aquello que el ruido nos entorpece,
por lo que necios dejamos de mirar.

Vi a los árboles dibujar en el lienzo del cielo,
a las nubes sonreír al pintor,
a los mismos grillos cantar melodías,
mientras los grajos revolotean,
y agradecidos entonan canciones de amor.

Yo hasta entonces era sordo y ciego,
carecía de tacto y de pudor,
era de olfato ruin,
y todo yo, cojo y manco,
no sabía alcanzar ni el más somero fin.

Hoy es el día que he despertado del letargo,
ese que cruel dormía en mi ánima,
enturbiando los mares de cieno,
lo aires de flatulencias,
los montes de sequedad llenos,
hasta hacer zozobrar la pequeña barca donde me muevo.

Ya es el Paraíso mío,
sin demonios en el infierno,
sin las manzanas,
pues de ella como,
hasta saciar mis ganas.

Creo en la infinita quietud,
en la trompeta que me levanta,
que está la orquesta a mi vera,
para poder disfrutar la mañana.

Encontré de golpe el Paraíso,
lo llevaba dentro,
en la caverna de la vida,
refugio de la esperanza,
allí me solazo,
y en todo momento me complazco,
haber sabido esperar,
el día y la hora,
en el que me viniste a visitar.

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