No has nacido y estás en mi pensamiento,
como estrellas en la imaginación del día,
y tengo tú lecho en mis brazos de sarmiento,
aderezado de plumas, jazmines y pedrería.

Se puede decir que estoy huérfano de hijo,
o eres tú huérfano en mi mundo de tinieblas,
déjamelo Dios que se cargue a la espalda el alijo,
y que venga despacio de entre las estrellas.

Tengo el traje de oro de mis caricias,
con que vestirte luego de amor y primicias,
adornado con fuego de luces y candor.

De mis brazos te irás a la blanda cuna,
donde redonda, jugosa y blanca la luna,
te dará el amor del cielo y tierno calor.

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