Cuando cometo un dislate, con frecuencia, un error o un disparate, no exento de equivocación humana, el compendio de todas ellas me justifican cuando digo, porque es la verdad, que yo, aquí, en este mundo, por estar de paso estoy en prácticas.
¿Usted no? Acaso se considera que cuanto sabe le es suficiente, que cualquier cosa alcanza, sólo basta proponérselo, que está sobrado de cara al mañana por lo bien que lo hizo ayer? Yo, tengo que confesarlo, no, yo, le repito, estoy aquí de prácticas.
Tampoco seré quien acuse a mi vecino, prójimo cercano o muy lejos de mi mirada, de otra cosa que no sea soberbia. Esa capacidad insana que nos hace elevarnos, sin mayores fundamentos, pues las bases por no ser precisamente sólidas, se resquebrajan cuando queremos ponernos por encima de los demás.
Los ilusos – ¿acaso hay un panteón distinto para ellos, un hoyo desigual al del resto?- son aquellos que levantan las cejas para no advertir que nos han mirado y que bajan los hombros para ignorarnos. Son todos aquellos que nacidos como los demás, creen respirar aires más puros y así poder mirar la vida como la suma de sus importancias y el devenir, nuestro mañana oscurecido por la distancia y por el horizonte que se cierra en el infinito, como su resurrección.
Nadie, ni siquiera aquel que se cree es el más sabio, podría explicarnos un solo ápice de mi historia, aunque previamente yo se la hubiera contado.
Para justificar el maremagno de cosas que somos y que no llegamos del todo a entender, ponemos el pie en el pedal que echa a andar la vida y así, en tal equilibrio nos sostenemos hasta que, igual de incomprensible, nos visita la nada.
Si, estoy en prácticas, por eso quiero que mis pecados, sin necesidad de que nadie me absuelva de ellos, me sean perdonados. No hay que olvidar que yo, aquí, sigo en prácticas.
Comments by José Luis Martín