Cerré los ojos y te vi,
yacías en la cama donde te dejé,
quise entonces adivinar tu pensamiento,
como si ello fuera posible,
tal cual como si fuera adivino,
para enjuiciar la pena con la que me despedí.

No, no pudo ser,
cuando el amor está hecho de engaños,
de mentiras sin fundamento,
de aquí que se rompa y fragüe,
en desdenes y mil desengaños.

Fuimos durante años,
dos cuerpos unidos por los apetitos,
unos que venían de mí y otros que eran negadas por ti,
y en un tiempo pareció que se conjugaban,
como si verdad fuera la conveniencia,
aquella que en realidad nos separaba.

No se trata de aunar voluntades,
aquí no puede haber provechos, aptitudes o arreglos,
por encima debe existir el perfume,
aquel que nos falta en los corazones,
la esencia que sabe unir,
los olores del amor que emanaron del principio del querer.

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