¡Ay!, que en mi alcoba he puesto un tiesto,
bajo el espejo, sobre la mesa de la ropa limpia,
junto a la caja de música, cerrada y en silencio.
Cerca de la jofaina antigua y el jarrón moderno.
Ya no suena el aire, ya no ruge el viento.
Es mi casa una sepultura, todo el cementerio
metido en la cama yo soy el muerto,
cuando deambulo sin rumbo, la sombra del cuerpo.
Todo es mohína, absurdas esperas sin horizontes.
Las figuras que sobre el mármol me miran
yo las envidio orgullosas en su juventud de ocre.
Yo, que pude ser inventor de lunas, constructor de soles.
Mañana cuando despierte, en el amanecer de cobre,
han de mecerme las náyades, los sueños y los albores.
Que todo se acaba como se funden los colores,
roídos por el orín, por las palabras, las horas y los temores.
Cierro el despertar de golpe,
de repente y sorprendido,
como si el resultado no lo esperara
desde el principio de los siglos.
Comments by José Luis Martín