Mi vecino, Andrés Turégano de los Gandules o Andretu, como mejor le gusta que le llamen, es drástico en sus pensamientos, cortante en sus palabras, en sus formas de comportarse, así como en todas aquellas situaciones que la vida le obliga a manifestarse, especialmente con desconocidos.
Sin embargo, esta es la pose que muestra y que no responde del todo a la realidad intrínseca. Andretu, está jubilado y es un hombre en su interior alegre, por más que no sea feliz en la medida que dice y predica por aquello de epatar al interlocutor. Pasea a su perro tres veces por día, aún en fiestas de guardar, su más trascendente como importante actividad y no toma vacaciones porque no se fía de las perreras donde alojar a su querido can. Tampoco de su hija, que dice que la dan miedo las fieras, en este caso que nos ocupa los chihuahuas.
En estos paseos con su perro está más relajado, en ocasiones hasta dicharachero, por aquello de que anormalmente alza la voz y le oye medio mundo. Es antiguo funcionario, primero en Sanidad, y después en Hacienda, actividades de las que le gusta presumir y a las que recuerda con nostalgia, que lo mismo te encuentra remedio a una tos virulenta que te hace la declaración de la renta. Pero por encima de todo le gustan las carantoñas que le hace Viprin enano, que es como ha bautizado a su perro, en recuerdo de un primo lejano llamado Víctor Cipriano de los Gandules, con el que jugó en la niñez y que también era así de pequeño.
Al lado de la urbanización donde vivimos, ayer me abordó, mientras paseaba a Viprin, distendido el hombre, hasta gracioso por sarcástico, todo ello para darme cuenta de la composición del mundo a la que había llegado en las últimas horas, tras momentos –me dijo- de profundos y elevados pensamientos, mientras tiraba de la correa del perro que no aguantaba las reiteradas interrupciones del amo en su paseo matinal. Me aseguró, así de sopetón, que el mundo, al menos en su tiempo de hombre productivo, se dividía, sus habitantes, claro está, en gerifaltes, anodinos y zampabollos.
– Que es lo mismo que mandamases, insustanciales y cataplasmas – añadió, para redondear el pensamiento y aclararme algún oscuro pormenor que adivinó en mi cara confundida.
Y aún, tras tirar de la correa a Viprin, indicándole la fuerza de quien mandaba allí, añadió otros sinónimos que me hicieron reír, garrapatas, arañas, escorpiones, caimanes, gusanos etc. pues al cabo, yo creía adivinarle la intención, que no era otra que traer a la palma de su mano, al mundo y a sus allegados, que así de sobrado estaba el ahora jubilado. Una forma como cualquier otra para pasar el rato. No obstante y para seguir la conversación le pregunté:
– ¡Oiga, señor Andretu! Y todo esto que me dice ¿a qué viene?
– A que te quiero enseñarte un adelanto de la vida sin que tengas que pasar por ella, como nos ha ocurrido a los demás.
– Pues usted dirá.
– Mira muchacho, – me explicó- el gerifalte, es decir el que manda, el poderoso, el caimán, el amo en definitiva, está obligado por el cargo que ostenta y por su alcurnia, a ser despiadado, verdugo de sus inferiores, capataz en definitiva. Es la norma, es la lógica, aunque no siempre se manifiestan así que, aunque es excepción, los hay buenos y tiernos como el pan de molde, de ahí que existan los milagros. Sin embargo, yo al menos no tengo constancia de que los regulares existan, pues estos, ni para atrás, ni para adelante, durarían en el puesto un santiamén.
-¿Y cómo se les distingue los unos de los otros?
– Fácil. Ellos son los que hacen y deshacen, los que están en la cresta de la ola, los que te dan o te quitan, los que dicen y dirigen a los anodinos, (a estos les llamó también nimios, por más que sean –dijo- los verdaderos musculados, ya sea con la fuerza del cerebro o con sus brazos) los que a la postre facilitan la vida regalada a los zampabollos.
– ¿Y qué haré yo para reconocerles? ¿Se lo pregunto a ellos directamente? – le dije yo, por decir algo, mientras Viprin me olfateaba la piel del tobillo y escarbaba con el hocico mis calcetines.
– Pregunta errada –me respondió- pregunta errada, hermano ignorante. Se conoce que tú, hasta el momento tan solo has tratado con otros anodinos, puesto que de otra forma no hubieras preguntado por la evidencia.
Me dijo también Andretu que a estos gerifaltes, tanto se les encuentra en la política como en los negocios de todo tipo y condición, al frente siempre de los anodinos, mientras llevan a su lado a los zampabollos, que les aclaman porque ellos les han nombrado, amparándose en la amistad, en la proximidad o lo que es más habitual, en lazos consanguíneos.
Yo entonces le pregunté por los anodinos, los nimios y esto fue lo que me contestó:
– A tal condición pertenecen la casi totalidad de la raza humana. Somos, porque entre ellos me incluyo, los que hacemos los que otros nos mandan y aún cuando tengamos y desarrollemos ideas, al fin y a la postre nunca serán reconocidas, ni nuestras, siempre se las apuntaran otros, los escogidos por la diosa fortuna, que es como decir los gerifaltes, los que van en el machito y solo miran por encima del hombro.
– Es decir, que gerifaltes no hay ninguno bueno.
– Sí, hombre, tampoco hay que exagerar, ya te he dicho que, siendo excepción, algún que otro milagro se produce.
– No parece estar mal la proporción, – le dije yo con ironía.
– Es la misma proporción en la que se dan los santos y los beatos en la iglesia de Cristo.
– ¿Entonces yo voy para anodino?
– No, tú ya lo eres.
– Pero aún no he comenzado a trabajar.
– Cómo si ello fuera importante o trascendente. Nada importa. Para ello deberías haber respondido afirmativamente cuando te pregunté si conocías a alguno con las características descritas.
– Nos queda el zampabollos.
– Es la prolongación del gerifalte. Es la sombra que le ampara, le cuida y le defiende aún cuando no esté, ni goce de su presencia. Suelen ser, como te he dicho, familiares, amigos o recomendados. En realidad, gente aún menos recomendable que aquellos que les elevaron, pues nada hay en la vida peor que comportarse como reflejo de algo o de alguien. Esta falta de personalidad, acompañada casi siempre de la vacuidad absoluta, es la flora o fauna que más prolifera, pues como la mala hierba están invadiendo todas las estancias en todas las naciones del mundo y por ende conduciendo estas al fracaso más estrepitoso.
– Es decir que, ¿el crash actual se lo debemos todo a ellos?
– En una mirada de conjunto yo no lo negaría, porque ellos han sido y no dejan de ser, quienes han dado lugar y completado la crisis, por más que sus orígenes sean otros.
– ¿Usted está haciendo referencia expresa a los políticos o en general a todos aquellos que mandan y ordenan?
– Esta crisis, como la mayoría de las anteriores, proceden de la misma cúspide, ya sea esta y sus responsables, políticos o cabecillas de cualquier otro tipo. Al cabo, las consecuencias derivan de las nefastas órdenes y confundidas decisiones que han tomado mentes ignorantes en la materia de que se trata.
-¿De dónde vienen, don Andretu los que usted llama gerifaltes?
– Normalmente y para simplificar te diré que de los herederos naturales de los anteriores. Pocos proceden de los anodinos, aunque se dan algunos casos y ninguno de los zampabollos. ¿Te ha quedado claro?
Y en diciendo esto me miró, se sonrió y tomando la correa del perro impaciente, tirando de él se marchó, no sin antes murmurar palabras incomprensibles:
– Hay días que mejor es callarse, fundamentalmente para no perder el tiempo.
Comments by José Luis Martín