Del dibujo de mi persona,
que plasmé sobre un papel,
vine yo a saber que era,
en mi, lo grande chico,
y al revés.
La estatura no llegaba,
es lo que primero se ve,
al metro treinta empinado,
subido sobre los pies.
Tan grandes cejas tenía,
que la frente me tapaba,
y aún la boca se escondía,
perdida bajo la napia.
Esta era, por el contrario,
nariz tan reseñada,
que muchos que la miraban,
perplejos la confundían,
con eslabón de aldaba.
Los brazos alicortos,
apenas si me llegaban,
para rascarme la calvicie,
siempre que la cabeza agachara.
Tengo por el contrario,
el corazón y sus cábalas,
rodando por todo el cuerpo,
junto al alma desbocada.
Aquí lo pequeño se aúna,
por eso lo grande se apaga,
y queda por todo ser,
un hombre sin mengua y tacha.
Que lo importante será,
si es que las cosas no cambian,
aquello que dentro lleva,
la persona y no su talla.
Comments by José Luis Martín