Tomé de la rosa un pétalo,
con él quise hacerte un corazón,
supuse que era la forma,
de labrarme una ilusión,
la que dentro llevo,
a fin de que me quisieras,
por cuanto represento yo.

No fue así,
la rosa se secó,
y en la mano apreté,
el pétalo de sangre,
la flor en su ramillete.

Ciego, pues creí ver en tus ojos,
la luz que en los míos brillaba,
cuando en silencio te decía,
lo mucho que yo te amaba.

No es así,
ahora lo sé,
sé que la noche no sucede al alba,
la claridad que en el día,
nos redime y nos da alas.

Con ellas volé,
y hasta aquí vine a conocer,
el sueño con el que soñé,
que todo lo que tu propongas,
en el futuro o en el ayer,
será verdad que se plasma,
en las manos que unidas,
nos llevarán para siempre,
en el carro de la vida.

Por todo cuento te digo,
finaliza la primera parte,
en el cielo que nos espera,
no tardes.

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