De aquel árbol al que subía,
cuando era yo chaval,
apenas si el tronco tiene,
y dos ramas por cortar.
Yo le miro y mal le veo,
que seco está como el zarzal,
aquel que me recibiera,
cuando resbalé, mortal.
Es la higuera de mi huerto,
donde se solían posar,
mil pájaros en una nube,
venidos a descansar.
Comí de sus frutos,
de la lluvia, y en sus hojas,
como del sol sin igual,
gozoso me guarecí,
cantando una solea.
Es mi higuera una carcasa,
un recuerdo de la niñez,
una imagen por los suelos,
cuando debiera de ser,
el sueño con el que se abre,
la felicidad y el ayer.
Comí sus higos,
me balanceé en sus ramas,
y en todo momento,
bajo ella escondí mi alma.
Es por eso que la quiero,
como se quiere a una dama,
nadie como ella,
supo de mis angustias,
de la juventud que grana.
La echaré de menos,
aunque mentira parezca,
yo la conocí joven,
cuando en verdad era anciana.
La sueño en la noche,
la dibujo en la mañana,
y en todo momento y lugar,
metida la llevo,
en la piel de mis dedos,
en la más sentida lágrima.
Comments by José Luis Martín