¡Ay! ladrón, si tú quisieras,

le dijo la Pepa al Lillo,

cuanto bien podrías hacerme,

con diez de estopa y mucho brillo.

 

El Lillo fue complaciente,

y tres veces por semana,

la lleva agua del chorro,

de los grifos donde mana.

 

Pepa le dice al oído,

diez veces ladrón del alma,

y otras tantas el Lillo responde,

con evasivas de calma.

 

Luego le busca en la era.

por andurriales baldíos,

no se le vaya a perder,

entre las aguas del río.

 

La mujer se desespera,

que aunque joven y pudiente,

los años la cara agostan,

y con la cara los hechos,

y con los hechos las causas,

por eso al Lillo le implora,

por si apiadarse quisiera,

de las lágrimas que llora.

 

Cien cirios en los altares,

tiene la Pepa prendidos,

mil más son los prometidos,

que no quiere, de este mundo marcharse,

sin proferir el balido,

ese que las mujeres exhalan,

cuando se escapa el marido.

 

 

 

 

                                          

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