Ríe con la nieve en los labios,
con una hilera de finos carámbanos,
entre la locura y el llanto,
con la alegría y la pena,
en el intervalo del tiempo.

Tu tiempo quedó prendido,
como ráfaga detenida en un instante,
condenada para siempre en el olvido,
tu olvido, Flore,
locura de siglos por las venas,
manantial ubérrimo sin distancia.

¿Quién piensa que son locura tus caminos,
hechos con las risas y los cantos,
perforando la oscuridad y el silencio,
la vida y la muerte?
Es tu mundo Flore,
a tu mundo nuevo clavada.

El aire sembró tu frente,
con sones de catarata,
y un horizonte de música,
se queda prendido al alma,
pegado a los picos de tu falda,
subiendo a torrentes por la garganta.

Vacía tu casa,
faltos los aires sin tu palabra,
las calles que alumbraste,
con sonrisas o carcajadas,
amanecen pesarosas,
como ayes en la distancia.

Flore, la cuesta está esperando,
a tu espalda doblada,
guijarros de fino pico,
para atravesarte el habla,
cantos de mirar redondo,
en los surcos de tu cara.

Adiós, Flore,
para cruzar los campos,
con lirios por las mañanas,
para subir las crestas,
montañas lejanas,
ahí va tu locura, Flore,
contigo cargada.

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