Cuando al decimotercer conde de Alarma Real, don Juan de la Cruz y Gutiérrez del Amo, su administrador le mostró la pistola, el último y fatal signo de que su fortuna había tocado fondo, en vez de coger el arma y llevarse el cañón a la sien, tal como tiempos atrás aseguró que haría si llegaba el momento, pidió trabajo en el recién inaugurado Parador Nacional, su antiguo castillo.
Quienes saben de sus pasadas grandezas le señalan con el dedo y le tachan de indigno, arrojándole a la cara el hecho de no haber cumplido con su palabra.
El ex conde de Alarma Real, hoy el solícito camarero Juan Cruz, lejos de enfadarse con los agravios, intenta hacérselos perdonar diciéndoles: “La vida está por encima de cualquier capricho de juventud. No podemos ser reos de nuestras palabras, más si cabe cuando estas fueron pronunciadas en momentos de clara ofuscación y sin tener en cuenta que la existencia cambia y con ella el modo de pensar. El sentido común nace con el hombre y le vence en su arrogancia”.
Y el camarero terminaba diciendo que “todos los minutos de la vida, ahora lo se, me enseñaron a vivir, de aquí mi rectificación”
Comments by José Luis Martín