Se extraen del alma,
se pegan a la piel,
son hogueras en el desierto,
llamas en la arena calcinada.
Sobre la palma de la mano crecen,
como los lirios en el huerto sin fin,
aquellas blancas margaritas,
ciegos designios blancos caídos en tropel.
A veces son hirientes dardos,
clavados en la sien,
sacados del negro pozo,
donde se esconde en la profundidad la hiel.
Mecen la cuna donde duermo,
me despiertan al amanecer,
bálsamo que para mi quisiera,
cuantas veces me pongo a tus pies.
Llegando al pasado,
la muerte te dejará ver,
cuan poco importa,
el presente sin el ayer.
Que cuando el ocaso llega,
los recuerdos se agolpan,
ternes llaman a los cuatro costados,
y reales se hacen por vividos,
como los lirios hablados,
como las margaritas mentadas,
en los campos desolados.
Todos los tiempos se aúnan,
pues se añoran en el presente,
nacen del hombre que escarba,
en la patina del ausente.
Mejor vivirlo, dibujarlos en la frente,
nadie se oponga a ellos,
los recuerdos nunca mueren,
en el ocaso resucitan,
cuando más olvidados los tienes.
Quien de ellos se arrepienta,
sufrirá flagelo de muerte,
quien feliz de ellos haga,
alcanzará el milagro de la suerte.
Comments by José Luis Martín