Vinieron los afligidos pájaros,
al árbol de la vida a posar,
sus mustios cantos de reproche,
fúnebres coros que expanden al volar.

Escrito en sus alas llevan,
los futuros por llegar,
mientras dibujan las horas,
que faltan por terminar.

Faustino que era robusto,
aunque en la cama del hospital,
levantó la voz diciendo:
“en modo alguno les dejéis pasar”.

Otro tanto hizo Blandino,
porque los vio revolotear,
alrededor de su cara,
como locas aves de corral.

Hacen sus nidos sobre la vida,
con la que quieren acabar,
se pasan el día piando,
cantando los minutos por saldar.

Aurelio que los vio venir,
en un arranque de furor,
les disparó la escopeta,
y se salvó del clamor.

Para aventar a los pájaros,
que hasta tu ventana llegan,
no existe otra solución,
que incendiarles la candela.

Tiburcio, en silla de ruedas,
les cambió de cometido,
les da de comer garbanzos,
y se olvidan porqué han venido.

Rigodeo que supo la historia,
le imitó cuando dijo,
aunque 90 cumplidos,
no hay quien me lleve al nicho.

Que todo es voluntad,
querer aquello que brilla,
ya sea el futuro cercano,
sea ya el cercano futuro,
para prolongar in situ,
la vida con optimismo,
por encima de agoreros,
dolientes pájaros tristes.

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