Me enamoré de la rosa de tú corazón,

a medida que esta se fue marchitando,

palideciendo sus pétalos rojos,

desmoronándose tan bella flor,

todo mi ser se perdió hundido,

dentro de la desesperada abdicación.

 

Recuerdo y me complazco contigo,

como si nunca te hubieras marchado,

que solo la evocación me salva y me vale,

capaz de aliviar tan negro marasmo,

por eso ensueño del alma,

imaginación alegre de momentos perdidos,

te mimo, te beso y te quiero,

mientras rendido imploro tú ardiente oscuridad.

 

Confesé mi amor a gritos lleno,

cual poseso de un tesoro que tuviera,

ricas gemas y mejores diamantes,

granates, rubíes y brillantes,

de oro y plata las palmeras hechos.

 

Cargo ahora con la penitencia plena,

un universo encontrado sin respuestas,

mil preguntas y tantas interrogaciones,

que ahogado siempre en ellos,

ando por los caminos perdido,

como si de nuevo encontrarte,

factible fuera.

 

                                                           

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