Confundido me fui,
sin mirar para atrás,
allí quedó para siempre,
tu retrato, nada más.

Eso fue al menos,
las cuentas que yo me eché,
sin escuchar a las estrellas,
que retozando me decían,
no eches los pies por alto,
te arrepentirás algún día.

Desde allí me fui a la feria,
jacas, asnos, caballos mil,
a la que todos los años,
me complacería ir.

Miré en todos los rincones,
tras las puertas y ventanas,
acaso porque ciego buscaba,
sin que nadie me esperara.

Pronto brotó el arrepentimiento,
herida sangrante en el costado,
por donde se me iba la vida,
los recuerdos mal conservados.

Moví entonces cielo y tierra,
atisbando en los portales,
tras las rejas de hierro,
donde se fraguaron mis males.

Ya han pasado mil años,
menos de los que llevo contados,
que ya los minutos transcurren,
por más que permanezcas sentado.

Hoy al cabo vuelvo a verte,
quince lustros he contado,
sin haber pronunciado tu nombre,
y de no haberte mirado de frente,
poco me hubiera hecho falta,
para no reconocerte.

Adiós, nos dijimos,
hasta siempre,
en las palmas de las manos,
en los corazones calientes,
laten aún dos almas,
engañadas, en la muerte.

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