A mi mejor amigo,
se le cierran los ojos,
no tiene voluntad de abrirlos,
debe ser que se cansa,
aún cuando el día comience,
aún cuando el sol se cierre,
y todo vuelva al silencio,
donde prefiere estar.

Rebusca en el pasado,
el mismo presente,
como si ello pudiera ser,
y aún en él se atora,
como si nunca hubiera existido,
parece verdadero milagro haber llegado,
tras hondas vicisitudes hasta aquí.

¡Ay amigo del alma!,
mohíno y cansado,
tu recuerdo no te basta,
buscas lo perdido entre las zarzas,
pétalos fenecidos de rosas,
como si eso pudiera hallarse.

Confórmate mejor con la somnolencia,
esa sensación frustrante de la vejez,
indaga menos en el pasado,
intenta el presente disfrutar,
todo, no te confundas, lo hacemos nosotros,
desde dentro nos viene la fuerza,
solo en ella confía y espera.

Le digo tantas cosas a mi amigo,
por más que, de cuando en vez, aborta,
con palabras malsonantes,
los ripios lindos que le imploro,
para de súbito caer,
en la misma asfixiante laxitud,
esa que dicen es propia de los años.

Sí, de los tiempos que corren,
y pasan raudos delante,
como bólidos o caballos de carreras,
piafando desbocados o rugiendo,
que tanto da porque tanto cuesta,
entender todo cuanto nos está pasando.

Mi amigo del alma, ya lo sabe usted,
soy yo.
¿Quién si no puede ser?

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