¡Pardiez!, me dijo mi padre,
eres más burro que un asno,
a lo que yo le repliqué,
con más sorna que buen hacer,
que no es lo mismo soplar,
que no es lo mismo sorber.
Pidiéndome explicación,
a mi progenitor le dicté,
el reglamento de la lengua,
la que nos explican al nacer,
la Real Academia,
esa que debería saber,
que no es lo mismo,
vino solo,
que acompañado se fue.
En tales dimes y diretes,
disquisiciones al fin,
la vida nos la pasamos,
cuando todo nos va bien,
confundidos en el retruécano,
en la lengua o en el cimbel.

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