Iba Martín de camino,
cuando se le apareció el demonio,
para que después diga su suegra,
que no debió salir del cenobio.

El demonio era Purita,
un volcán que se incendiaba,
con una sola palabra,
si creía que no le agradaba.

Bien el muchacho quisiera,
volver de donde se había ido,
más el que se va no vuelve,
es la regla, es lo sabido.

Los jóvenes viven juntos,
ayudados por sus madres,
ellas son las que ponen orden,
en los desacuerdos las paces.

Ayer se fueron solitos,
al fin adultos ya son,
ya se apagó el volcán hirviente,
y hasta el demonio se fue,
buscando por esos mundos,
suegras que propicien los ambientes.

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