Vino Sandino a mi casa,
por ver si tenía a bien,
llevarle conmigo a la era,
donde dice que le esperaba Belén.

Allí se vino tan chulo,
sin preguntar mi parecer,
que por encima de todo,
estaba su novia Belén.

Cinco días le acerqué,
hasta la era que tenía,
el trigo recién trillado,
en la parva de Belén.

Con el tiempo se casaron,
y a la boda me invité,
con ellos cené y bailé,
con ellos bailé y cené,
hasta que se armó el belén.

La historia termina aquí,
justo al tiempo de empezar,
seguro que de no haber estado,
de los pormenores no me habría de enterar.

Sandino el pobre suspira,
por la mujer que se fue,
más le hubiera valido,
no haber llorado por Belén.

La era quedó tranquila,
más los restos de la parva,
por doquier la paja cubre,
el lugar donde charlaban.

A quienes cuento la historia,
de los raros enamorados,
unos apuestan por Sandino,
porque le creen el engañado.

Las mujeres por Belén,
como parece normal,
al cabo Sandino era,
un poquito mas informal.

Un muñidor de entuertos,
quiso a la pareja juntar,
y tan sólo consiguió,
que le echaran al corral.

Por eso, en esta hora,
ni Sandino ni Belén,
les he vuelto a llevar a la era,
ni siquiera a la parva, todo, por su bien.

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