Contemplaba yo la mar,
desde la quilla del barco,
la profundidad del atardecer,
filosofando en aquel marco.

Iban y venían las olas,
contemplarlas era un placer,
es por eso que escribía,
sobre la hondura del ser.

Salió entonces de la pluma el arte,
también al amanecer,
cuando los pájaros pían,
y están las rosas por nacer.

Llené la historia de cuentos,
de los dramas me olvidé,
por ser fiestas los domingos,
el día que me pongo a tus pies.

Si así la vida pasa,
entre sombras y luceros,
porqué no me dices dama,
lo mucho que yo a ti te quiero.

No son los silencios olvidos,
son tiempos de despertar,
son claveles que tú exhalas,
palabras cuando me vienes a visitar.

Así, cuando se pone el sol
y la Tierra ya se enfría,
busco tu mirada ardiente,
para calentar la mía.

Si, ya sabes porqué me río,
porque llorar me supone,
estrella del cielo mío,
no ver la cara radiante que miro.

Dicen que me llamo Pepe,
de los de antes por placer,
como si los nombres tuvieran,
alguna razón de ser.

Me llamo como tú quieras,
que con pasar a la historia,
la que juntos escribimos,
por satisfecho me doy,
en los umbrales del mundo.

Terminado está el cuento,
puesto fin con tanto empeño,
que si por mi fuera,
repetiría el intento,
hasta concluir la historia.

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