Saliste sueño escondido, eterno,

poblándome la piel con tu aleteo,

ave en el alma, y como un mareo,

de orilla verde, de arrabal moderno.

 

Creces raudo dentro de mi infierno,

aurora que el ruiseñor, con su gorjeo,

levanta sobre la hez en el deseo,

muralla de nieve en mi invierno.

 

Luz que abre la carne de tú nombre,

en un vaivén alegre de ternura.

mientras hila la rueca, ser del hombre.

 

Aquí se dobla el arco mansamente,

tronchado abajo de la cintura,

cual dolor que se solapa hiriente.

 

 

  

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