Hoy, mire usted por donde, me he levantado con un susto de muerte, creí que me obligaban a llevar en la cartera el retrato de un esperpento. Cuando del todo desperté y vi con horror a donde te puede conducir un mal sueño, me tranquilicé, los pulsos volvieron por donde solían y el ritmo de mi corazón sonó de nuevo a normalidad.

¿Cómo era posible –me pregunté- que un sueño así se hubiera podido colar por las entretelas de las neuronas hasta convertirse en realidad y darme un susto tremendo? Desgrané entonces las circunstancias, los porqués de tales pesadillas y llegué a principios, hechos inamovibles que propiciaron estos.

Así vine a recordar que la noche antes o el día, a saber, pues tanto da, la reina de los ingleses, su graciosa majestad Isabel II, concedía el título de sir al hasta entonces ciudadano Morritos algo, sin duda en justa respuesta a sus trabajos, sus desvelos encima de las tablas de un escenario para molicie y divertimento del mundo entregado a tales gustos.

La noticia, no por esperada, me produjo menos envidia, sana, no vayan a creer, que es como se dice hoy en día. Me dije que, de haber yo nacido, con un chorro de voz, es decir, con las cuerdas bucales en su sitio, no como ahora, que las tengo todas desparramadas, en el sitio de cantar, me refiero, no esta manía tonta y lela de escribir, que a lo más que puede llevarte es a que, alguno de los admiradores del mencionado que lea esto, me insulte por la calle, que el Nóbel, por no conocer a ninguno de los miembros del jurado, que es quien en definitiva otorga la dadiva, lo llevo crudo, tirando a fresco.

Como cerezas que se extraen de la cesta, tras esta noticia grandiosa me vino a la mente la petición de los habitantes de Murcia, creo que fue allí, donde han pedido para otro cantor inigualable, al menos por los berridos que al aire lanza, a mi entero y particular parecer, que su nombre tenga o mejor haga, el honor de designar y esclarecer una calle.

Por mi parte yo creo que sería mejor, a la vista que los chillidos están empezando, que se le de una casa con vistas al mar. Posiblemente, es más de agradecer. Perdón, me rectifican, ya se ha comprado un chalet con vistas a la puerta principal del Mediterráneo o del Caribe, de lo que se deduce que, en un tiempo record, lo que tarde un opositor administrativo, tres vidas o cuatro, para comprarse algo igual, él lo ha hecho en pocos meses. Pues eso, que le pongan la calle.

Yo, aquí y ahora recuerdo a algunos plumillas, primeros en la city, con las excepciones que marca la regla, se supone, que apenas si el oficio les llegó para el retiro de una casita en Mazarrón, una vez alcanzada la edad del jubileo por doquier y después de toda una vida sobre la máquina de aporrear letras. Por eso, desde aquí animo a todos aquellos que su ánimo se lo permita, a cambiar el lápiz por el traductor acústico, también llamado micrófono y el blanco papel por la partitura revolucionaria.

Por terminar con las cerezas, diré que no hace tanto, un lustro y medio si acaso, pasando por Leganes, a la misma salida o entrada de Madrid, capital de Madrid, -que las demás autonomías se sirven solas- me fue dado contemplar una espléndida avenida, con balcones a la calle o así, dedicada al ruiseñor del “rock and rol” ¡Ahí es nada! Confesada mi impericia adornada de ignorancia, pregunté por el egregio patriarca que con tanto bombo se le reconocía en aquella placa con su nombre en la cuasi ya digo avenida. Salido de la tiniebla, oscurantismo al menos en tales menesteres musicales, por personas doctas en tal materia, me recogí sobre mí y durante la extensión de un segundo pensé, primero en lo baladí de la vida y segundo y principal en la perspicacia de nuestro políticos generosos.

Casi inmediatamente, de la forma relatada, comprendí al fin el sueño y las razones por los cuales, me había asaltado con tales virulencias. Una vez comprendido, fue cuando me apresuré a replegarme a la sucesión de esperpentos con los que la vida nos sorprende y nos divierte.

Entienden ahora el porqué de mi resentimiento con la providencia, vamos, con lo que sea, que me dejó sin las cuerdas vocales idóneas para haber entonado un cantar de gesta, al igual que ese Justin Bieber que hoy viene a cantar a España y que con solo 17 añitos, tiene a la juventud revolucionada, enamorada y loca mientras hacen cola para encontrar una entrada que satisfaga sus incontroladas ansias y desenfrenados apetitos.

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