¡Ay!, que ya no me quiere nadie,
nadie ni siquiera uno,
¿será madre que tengo,
descoloridos los dientes,
y desarrapado el yeyuno?

Así lloraba el mozo Froilán,
un mes antes de casarse,
el mismo día que la novia,
sin remilgos a paseo le mandó,
a la vista que el galán,
de la vida tan solo aguardaba,
el nicho en el que pacer,
sin buscar donde vivir.

Culpa fue de sus padres blandos,
panes recién sacados del horno,
que lo mismo se dolían,
de una muela del llorica,
que con él entonaban mustios,
el porvenir que le aguarda,
sin poner fin o remedio,
a la vidorra que se daba.

¡Ay!, triste Froilán del alma,
si tú de la misa supieras la media,
y del esquilón la trama,
más lloraras por lo que se avecina,
que por la novia truncada,
aquella que salió corriendo,
del novio muy asustada.

Haz de remecer la rama,
aquella que con higos no alcanzaras,
esa que se ha puesto tan alta,
que ya con el brazo no alcanzas,
que para llegar a los cielos,
tan solo te hace falta,
repasar en la memoria,
lo mucho que desperdició tu alma.

Angelina igualmente triste se mudó,
del piso donde habitaba,
que ya no quiso ver,
la melancolía de su ex,
cuando de casualidad en la escalera se encontraban.

Así se murió un amor,
así se diluyó la trama,
esa que empezó con mil risas,
esta que terminó con un drama.

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