Triste es el sino de los hombres,
morir cuando menos queremos,
amar cuando menos podemos.
Áspero el camino que sombras recorremos.
Se clama sin esperanza y sin ella se muere,
que no es la montaña fe suficiente,
ni todos los tesoros del mundo las riquezas.
Sólo el amor, por un instante, nos hace inmortales.
Amar y ser amado, es la herida más profunda
y es la navaja la misma que inflinge el daño
y es el dolor por ambos compartido.
Que la una sin la otra no se comprenden.
Quiso la sombra cortar la rosa del rosal,
luz roja, capullo encendido,
líquido hirviente, parte del corazón.
A sabiendas, en él me pinché con tus espinas.
Ay dolor que me guarda el ansia,
amor que me llora risueño,
rosa que me hiere.
Anhelo que de amor cobija el alma.
Roberta
12 marzo 2010 — 16:55
qué triste y qué bonito a la vez. Muchas felicidades. Un poema dulce y duro