Sustentaste mi mundo, el mundo,

mundo este mío pegado a los zapatos,

herido y hasta muerto a hachazos,

sólo porque tú, a veces, decías sí,

a veces, no.

 

Alzaste mi mundo y lo bajaste,

todo igual.

Ahora brilla el sol. Tú, mi dios.

Ahora es sombra, dijiste,

y yo vi sombra, lluvia, viento,

ojos, ojos. Los tuyos.

 

Después no vino nada,

también tú.

Nada, nada, nada,

repetí.

 

Luego dije, tú, tú, tú…

y se me olvidó el nombre…

las cosas y los objetos brillantes

y empecé a decir:

yo, yo, yo…

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