Se llama mi amor

y es apenas una niña.

La llamo y es mí ser,

por ella es por la que vivo.

Vivo sí en ella,

ajeno a cuanto pasa,

habito en su risa,

y es su pesar mi tristeza.

La llamo y me mira,

la beso y me huye,

el juego eterno,

del niño y el viejo.

La oigo cantar,

por más que en silencio esté,

que todo es risueño,

el sueño del despertar.

Hoy viene a su casa,

para llenarla, vacía como está.

Hoy entrará, como si hubiera salido,

la ensoñación interminable de la imaginación.

Volveré a mirar en sus ojos,

y en ellos como si el mar fuera,

nadaré mecido por la felicidad,

la gloria que regala conmigo.

¿Sabes?- Sólo una cosa me llena de pena,

la certidumbre de perderte,

y más, mucho más,

que sea yo la causa de tus lágrimas.

No soy un loco, sino un cuerdo,

que en la última vereda del camino,

siente como propia tu existencia

y no poderla disfrutar entera.

Quiero tu recuerdo ahíto,

de aquellas canciones y aquellas sonrisas,

que en la marcha las oiga

y en ellas cante yo,

como si gloria fuera,

compartido dúo contigo.

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