Dame un poquito de sed,
¡ ay, Niño Jesús del alma!.
Dame un poquito de sed,
que me estoy muriendo de agua.

Nudos en el corazón,
y nudos en la garganta,
con veinte cables de acero,
me tienen anclada el ánima,
en arenas de otros mares,
playas que no son tus playas.
Dame un poquito de sed,
que me estoy muriendo de agua.

¿Cuándo llegará la luz,
para soltar las amarras?.
El barquito cabecea,
con sueño de muchas albas.
El pobre barquito inquieto,
sueña con la mar en calma.
¡Ay!. Dame un poquito de sed,
que me estoy muriendo de agua.

Soles y lunas me ciegan,
de luz para no ver nada,
colinas de sal hirviente,
la lengua ponen amarga.
Ya no hay demora, tan sólo memoria,
que ya tengo tu palabra.
Dame un poquito de sed,
que me estoy muriendo de agua.

Estoy, Señor, en el camino y espero,
que remolques este barco,
hasta los confines del mundo,
allí donde yo te aguardo.

Muero cada hora un poco,
por navegar en tus aguas,
ya que las mías se anegan,
y sólo consigo achicarlas.
Dame un poquito de sed,
que me estoy muriendo de agua.

Ya se, no me digas nada,
Niño me llevo tu sed,
en el corazón clavada.
Tu sed, la sed que pedía,
que el agua yo iré a buscarla.
Torrentes que se desbordan,
entre la carne y el alma.

Más sed, ¡Niño!, mucha sed…
que me estoy muriendo de agua.

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