Me miro en el espejo de la vida,
en su reloj de horas y minutos,
tiempos sin fin a veces disolutos,
buscando siempre la felicidad querida.

Por todos los caminos fui corriendo,
que ave era en áptero y cansino vuelo,
intentando alcanzar las nubes del cielo,
que esquivas pasaban en silencioso estruendo.

Ya he llegado al fin que me aguarda,
carcomido del deseo insatisfecho,
que soy triste la mecha que acobarda.

Para ver el milagro que espero insatisfecho,
la esperanza que al corazón apunta la espingarda,
como maltrecho final de mi dolorido pecho.

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